jueves, 20 de diciembre de 2018

Roma. El cine bello (y feo) de Cuarón



En su argumento, “Roma” aborda de manera directa el relato de una vida natural y doméstica, y lo lleva a cabo apoyándose  en un desgarrador y extremo realismo. 
Se sirve de potentes imágenes de la fotografía en blanco y negro para dotarle de ese aspecto de postal de un álbum que jamás se mostraría a las visitas. Repleto de charcos de agua, con la ropa tendida, o la presencia de algún perro siempre ladrando, entre otros. Y todo ello ubicado en ese México de comienzos de los años setenta del pasado siglo XX. Parece que no pasa nada, y lo que ocurre es la vida misma. 

La intérprete (actriz no profesional), Yalitza Aparicio incorpora el personaje de Cleo, una criada. Ella cumple y soporta toda la carga argumental y dramática en el film de Cuarón, y alcanza a transmitir una verdad propia de la inocencia de una actriz sin vicios interpretativos. Muestra, además, el rol de la mujer en una sociedad totalmente clasista y absolutamente patriarcal.

Alfonso Cuarón muestra que no solo es capaz de hacer grandes películas comerciales, y que  puede hacer ese cine más bello, reposado e intimista en el que nos lanza a la cara una penosa realidad desde lejos, en la que la cámara no es más que un testigo que no interviene.

Es una cinta que, por estilo y ritmo, perfectamente podría haber formado parte de la programación de la Seminci Vallisoletana, y se puede disfrutar en Netflix.

Una enorme película que la hace imprescindible. 

miércoles, 10 de octubre de 2018

Wall-e no es (solo) cine de animación



Esta vez no voy a volver a tratar esta obra maestra como parte de ningún género cinematográfico.

Wall-e es la historia clásica por excelencia, está contada de una manera perfecta. Los primeros 40 minutos en los que no se incorpora ningún tipo de diálogo, y en los que no llegan a aparecer seres humanos alcanzan a ser magistrales y se convierten por derecho propio en una de esas escenas imprescindibles en los libros y enciclopedias que traten sobre el séptimo arte.
Estamos hablando de puro cine, de la esencia misma de la narración, de una  forma de presentar los hechos que se ha olvidado en la industria fílmica actual. 
El director de esta clásica y apasionante historia presenta una obra valiente teniendo en cuenta lo que la mayoría del público reclama, no obstante esa valentía ha supuesto un verdadero regalo para el público, críticos, y para la historia del cine.

La trama nos sitúa en el año 2700, en un planeta Tierra abandonado, seco, devastado y muerto. El pequeño robot WALL-E lleva cientos de solitarios años desempeñando aquella tarea para la cual fue construido, limpiar el planeta de los residuos que la abarrotan.
Es entonces cuando llega EVE, una moderna robot de diseño que está cumpliendo una misteriosa misión. Tan solo con esto se llega a desarrollar una historia que emociona de verdad, y que muestra al ser humano como algo ridículo, absurdo y aborregado.

El personaje protagonista es el verdadero paradigma de héroe de la narración clásica, la figura femenina no es estúpida, es fuerte e inteligente, las aventuras que viven son apasionantes y están dotadas de un ritmo perfecto para cada momento del viaje, la resolución de los diferentes conflictos resulta siempre la adecuada, y la aparición de la “alternativa” a la vida es algo que resulta revelador.

Pero por si todo esto fuera poco, resulta que es una historia con buen fondo, con uno de esos mensajes que todo el mundo está harto de ignorar y que será, sin ninguna duda, principal preocupación de futuras generaciones.

No me resisto a repetirlo, Wall-e es una de las mejores películas de la historia del cine.