jueves, 20 de diciembre de 2018

Roma. El cine bello (y feo) de Cuarón



En su argumento, “Roma” aborda de manera directa el relato de una vida natural y doméstica, y lo lleva a cabo apoyándose  en un desgarrador y extremo realismo. 
Se sirve de potentes imágenes de la fotografía en blanco y negro para dotarle de ese aspecto de postal de un álbum que jamás se mostraría a las visitas. Repleto de charcos de agua, con la ropa tendida, o la presencia de algún perro siempre ladrando, entre otros. Y todo ello ubicado en ese México de comienzos de los años setenta del pasado siglo XX. Parece que no pasa nada, y lo que ocurre es la vida misma. 

La intérprete (actriz no profesional), Yalitza Aparicio incorpora el personaje de Cleo, una criada. Ella cumple y soporta toda la carga argumental y dramática en el film de Cuarón, y alcanza a transmitir una verdad propia de la inocencia de una actriz sin vicios interpretativos. Muestra, además, el rol de la mujer en una sociedad totalmente clasista y absolutamente patriarcal.

Alfonso Cuarón muestra que no solo es capaz de hacer grandes películas comerciales, y que  puede hacer ese cine más bello, reposado e intimista en el que nos lanza a la cara una penosa realidad desde lejos, en la que la cámara no es más que un testigo que no interviene.

Es una cinta que, por estilo y ritmo, perfectamente podría haber formado parte de la programación de la Seminci Vallisoletana, y se puede disfrutar en Netflix.

Una enorme película que la hace imprescindible. 

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