jueves, 1 de agosto de 2019
Dolor y Gloria, de Almodovar. Bella luz
En su última película, Pedro Almodóvar juega a engañar al espectador con la idea de una historia autobiográfica inventada, es decir, que sí pero no. Auto-ficción, dicen que se llama la cosa.
En ella, Salvador Mallo (Antonio Banderas), el nombre que le da el director machego a su alter ego, es un famoso y atormentado director de cine que se enfrenta a viejos fantasmas del pasado. Tristeza, depresión, dolor, drogas, amistad, homosexualidad incipiente, amor.
Un homenaje que le están preparando al protagonista, la revisitación de su obra maestra, y la obligación de encontrarse con su actor fetiche, del que hace años que le separa una discusión tras una turbulenta relación sentimental salpicada de estupefacientes. Estos son los hechos que sirven de punto de partida a la historia, a la que riega de una enfermedad del protagonista, recuerdos familiares y otro elementos inevitables de la filmografía almodovariana.
En este caso no hay en la cinta tanta excentricidad ni truculencia como en otras, y nos va llevando en volandas adelante y atrás en el tiempo, lo que nos sirve para conocer la infancia y origen del protagonista, y nos regala grandes momentos de Penélope Cruz, cada vez mejor actriz, así como de la inmensa Julieta Serrano.
Almodovar cuenta de manera pausada y cercana, con toques de intimidad, una historia que solo él sabe lo que tiene de real y de inventada. Es un ejercicio de contención, en el que Banderas está a la altura, y en el que La Luz juega un papel imprescindible, ya que dota a la cinta de una pátina de realismo muy natural.
Un montaje equilibrado y que favorece la historia, una serie de postales para el recuerdo que se llegan a quedar pausadas, como para que sean más fáciles de recordar.
He leído mucho eso de "obra cumbre" de Pedro Almodovar. Parece una buena película, está bien hecha, los actores están muy bien, el ritmo, el estilo narrativo, el montaje, la música, todo suma. Aunque creo que lo que más me atrajo de todo fue la luz, la fotografía. Bella, muy bella.
domingo, 23 de junio de 2019
Mis grandes del cine. Intolerancia de D. W. Griffith
Intolerancia es un verdadero clásico del cine mudo que nos muestra, a través de cuatro episodios históricos, las injusticias provocadas por una intolerancia inherente al ser humano, pero que tiene su verdadero origen en lo religioso y en lo social.
Griffith pretendía contar en principio las consecuencias de las sangrientas huelgas que tuvieron lugar en 1912 en los EE.UU. La historia es la del huelguista acusado de la muerte de su patrón, pero después decidió rodar tres episodios más: "La caída de Babilonia”, "La Pasión de Cristo" y "La noche de San Bartolomé", el capítulo sangriento de las luchas que tuvieron lugar entre hugonotes y católicos en París en 1572.
Las cuatro tramas, estéticamente diferenciadas, se van enlazando con la imagen de una mujer meciendo una cuna. A medida que las narraciones alcanzan sus respectivos momentos de clímax, Griffith va acelerando el montaje alternado, mostrando secuencias cada vez más cortas, y creando una tensión encaminada hacia el desenlace de las cuatro historias. Sin ninguna duda es un paradigma del montaje, al que aportó una innovación sin la cual no se entendería el cine de hoy.
La producción contó con lo que, para la época, supuso un presupuesto desmesurado. Quedó para la historia del cine que para una sola escena se reunieron a más de 15.000 extras y 250 carros. Sin embargo la cinta tuvo grandes pérdidas, ya que no logró alcanzar el éxito esperado.
El tema, sin ninguna duda, ha sido, es y será siempre un tema vigente en todas las sociedades.
Es una de esas “imprescindibles” películas para toda persona amante del cine, e incluso para los que piensan que todo se ha inventado ayer.
Verdaderamente merece la pena hacer el esfuerzo de ver una película muda si lo que te vas a encontrar es una estética valiente (pensando en clave de 1917), una crítica a las religiones organizadas, y una forma de entender las superproducciones de hace casi 100 años.
En mi caso es casi imposible afrontar una revisión de Intolerancia sin recordar con cariño a aquel profesor de comunicación audiovisual que, en la Escuela de Artes de Valladolid explicaba con pasión la trascendencia de la “paradigmática” obra maestra del montaje. El señor César Paunero no sabe todo lo que ha llegado a influenciar sobre mi forma de ver cine, vídeo y televisión.
¡Viva la semiótica! y ¡Viva César Paunero!
FICHA
Título: Intolerancia (Intolerance)
Año: 1916
Duración: 197 min.
País: EE.UU. 
Director: David Wark Griffith
Guión: D.W. Griffith
Música: Joseph Carl Breil
Fotografía: Billy Bitzer
Reparto: Lillian Gish, Mae Marsh, Robert Harron, Constance Talmadge, Miriam Cooper, Alfred Paget, Walter Long, Seena Owen, Elmo Lincoln, Bessie Love.
Productora: The Triangle Film Corporation / Wark Producing Corporation.
jueves, 28 de marzo de 2019
¿Quién puede matar a un niño? El gran Chicho
En esta cinta, el gran Narciso (Chicho) Ibáñez Serrador aborda el terror con total sobriedad y una contención que está solo al alcance de los más grandes. Un terror que te alcanza en lo más profundo y que no precisa de ruidosos efectos especiales ni utiliza monstruos inimaginable.
Se trata de la sencillez, de los miedos de siempre.
El punto de partida es muy sencillo, y coloca a todos los protagonistas de la historia en una isla. Ya tenemos la dificultad de huída. La España turística de los años 70 del siglo XX, unos visitantes británicos de corte hippie, un pueblo isleño.
Si a estas alturas no has visto la película, deja de leer, ya que se desvelan tramas. También te digo, hazte con ella y disfruta desde el minuto uno hasta el impactante final. Está disponible en la plataforma Flixole.
Desde el momento en el que ponen un pie en la isla, los turistas viven una serie de situaciones estresantes que hacen que sufras con ellos en todo momento.
El ambiente malsano, sumado a la intensa ansiedad y el terror psicológico, te deja un mal cuerpo para un buen rato.
Hay algo que queda patente al revisar esta película tantos años después, y es que, al revisitarla te planteas lo que podría haber logrado Chicho con más medios, o con un presupuesto mayor, ya que hace verdadera magia con muy poco.
El hecho, lo que hace terrorífico este terror, es que sean niños los malvados de la historia. Que sean los malos, y que sean tan malos. Marcados sin alma ni remordimientos capaces de ejecutar a cualquiera sin más, por un mero juego.
Todo esto no hace si no multiplicar el estupor del espectador, que asiste al baile de sangre como incómodo invitado a una penosa actuación infantil de la que quiere escapar, pero no puede.
¿Y ese final? Historia del cine.
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